González
S. Diego (2006) “La motivación varilla
mágica de la enseñanza y la educación”. http://kaleidoscopio.uneg.edu.ve/numeros/k06/k06_art01.pdf
Todo maestro es un factor motivacional. Quizás él no lo sepa, pero en
realidad está cargado de una fuerza especial que moviliza de manera tremenda, o
frena y desmotiva, que satisface profundamente al escolar o lo llena de
frustración, insatisfacción o resentimiento. Aquí queremos alertar al maestro
sobre esa fuerza tremenda que lleva en sí, que él posiblemente desconoce y que
puede hacerlo feliz o infeliz, exitoso o fracasado a él y a sus alumnos.
Entendemos por motivación aquel
complejo funcionamiento psíquico “que determina, regula, la dirección (el
objeto-meta) y el grado de activación e intensidad del comportamiento” La
motivación despierta la conducta y la mantiene, refuerza o inhibe, hasta
obtener el objeto-meta (Motivación positiva) o evitar aquello que resulta
insatisfactorio o amenazante (motivación negativa). En ese complejo funcionamiento psíquico que
constituye la motivación humana participan las necesidades de la personalidad,
pero también Interviene el reflejo del medio y la imagen de sí mismo. Cuando
una persona o un niño percibe la posibilidad de satisfacer o asegurar la
satisfacción de una necesidad suya o percibe una situación externa que lo daña
o amenaza, entonces se motiva a lograr la satisfacción o a evitar la
insatisfacción. La motivación surge cuando se relacionan las necesidades y
valores con las circunstancias externas y la imagen de sí mismo. Si el
individuo se percibe a sí mismo como capaz de lograr la meta entonces se
motiva, pero si se percibe como incapaz entonces no surge la motivación. De ahí
la importancia de la imagen y de la valoración de sí mismo en la motivación
humana. Las necesidades de la
personalidad pueden ser clasificadas en puramente personales (necesidades
orgánicas o biológicas, necesidades de contacto afectivo, de exploración y de actividad,
necesidades cognoscitivas, estéticas, de autovaloración, de autorealización, y otras) y necesidades
socialmente significativas (el sentido de la responsabilidad y el deber,
altruismo, los deberes laborales, familiares, de estudio, políticos, etc.). Las
necesidades socialmente significativas constituyen lo que llamamos motivaciones
morales o valores. Ellas expresan el hecho de que el ser humano es miembro de
la sociedad y de sus instituciones y grupos y como tal responde a las necesidades, tareas y valores
que le exigen esos grupos sociales.
Un maestro en primer lugar tenemos que decir que hay que motivar no sólo
la clase, sino también el curso total de la asignatura o asignaturas que
impartimos. La motivación de cada clase se apoya en la motivación de las clases
anteriores y repercute sobre la motivación de las futuras. De acuerdo con lo inicialmente planteado de
que la motivación ocurre cuando el sujeto encuentra en su reflejo de la
realidad la posibilidad de satisfacer sus necesidades, entonces todo maestro
debe conocer las mayores necesidades de sus alumnos que él puede satisfacer en
el aula. Y podríamos reconocer la importancia que tienen en nuestros niños y
adolescentes la necesidad de afecto; los intereses cognoscitivos (la curiosidad
por lo nuevo y desconocido); la
necesidad de diversión y actividad; y sobre todo en los adolescentes, la
necesidad de independencia y valoración positiva. En consecuencia, motivar la
clase es lograr que los alumnos descubran en ella la posibilidad de satisfacer
estas necesidades. Y de aquí se deriva el criterio de que el maestro debe ser
afectuoso y respetuoso con sus alumnos, debe despertar el interés por las
materias que imparte, ha de promover la iniciativa, la creatividad y la
actividad intelectual de sus alumnos respecto a los contenidos que imparte. En
otro orden de ideas en dos palabras, para despertar la motivación hacia el
estudio es necesario conocer bien la materia que se va a explicar y hacerlo con
claridad, favorecer al máximo la comprensión del alumno sobre lo que se
explica, pero al mismo tiempo hay que actuar de manera que se despierten sus
intereses cognoscitivos y la actividad intelectual del estudiante de búsqueda y
reflexión sobre aquello que se estudia. Y no olvidar nunca lo que dijo Martí
(1975, tomo 11: 84) de que la instrucción “es obra de ternura apasionada y
constante”.
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